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ABANICO/ Cuando la tecnología no basta

Ivette Estrada

En México, un significativo 44% de los adultos y más del 60% en áreas rurales, aún no tienen cuentas bancarias. Aunque las soluciones de pago no bancarias facilitan su ingreso al sistema financiero, especialmente con teléfonos inteligentes que se convierten en terminales de punto de venta (TPV), junto con los lectores móviles y las plataformas de cobro digital, esto no basta.

Sabemos que las terminales punto de venta (TPV) gestionadas por agregadores, alcanzan ya los 4.2 millones y demuestra una descentralización en la infraestructura de pagos, lo que genera nuevas oportunidades y permite a las MiPyMEs incorporarse a la economía digital.

Sin embargo, la inclusión financiera no se logra solo con acceso tecnológico. Existen barreras persistentes como la educación financiera limitada. Muchas personas no comprenden ni utilizan los productos financieros disponibles. Por ejemplo, 64% de quienes tienen tarjeta aún pagan en efectivo.

Destaca la bancarización desigual y sesgos de género: Solo una de cada diez mujeres tiene conocimientos de educación financiera, lo que limita su autonomía y acceso.

La concentración bancaria representa otra barrera a la inclusión: Cinco bancos concentran el 65% de los activos, lo que reduce la competencia y diversidad de servicios.

Esto mientras la infraestructura digital es desigual. La falta de conectividad rápida y barata en zonas rurales impide que la tecnología llegue a quienes más la necesitan.

Así, la educación financiera con enfoque de género y territorial se vuelve imprescindible. Ya no basta con enseñar; hay que adaptar los contenidos a contextos reales y vulnerables.

Una acción altamente recomendable para lograr la inclusión financiera es promover la competencia. Aunque la Ley Fintech abre el mercado, se necesita un marco más ágil para que las soluciones personalizadas prosperen.

Asimismo, se necesita tecnología con propósito social. La inclusión requiere proyectos que combinen innovación, sostenibilidad y colaboración entre academia, industria e instituciones financieras.

Actualmente la alfabetización financiera puede catapultarse con historias reales de emprendedores, comerciantes informales y mujeres líderes para enseñar conceptos como ahorro, crédito, inversión y seguros.

Es imprescindible generar talleres comunitarios con enfoque territorial: Adaptar contenidos a contextos rurales, indígenas, urbanos y juveniles así como crear eventos simbólicos donde se entregan herramientas financieras como si fueran amuletos de autonomía: una cuenta, un seguro, un microcrédito.

Incluir a jóvenes y adultos mayores en procesos de aprendizaje mutuo, logra reconocer saberes informales como las tandas, el trueque o el ahorro colectivo.

Las instituciones financieras deben pasar de ser guardianes del sistema a facilitadores del acceso. Algunas acciones clave son diseñar productos flexibles y simbólicamente dignos, aliarse con actores locales y crear plataformas de formación continua.

Debe consolidarse un sistema que abra posibilidades reales, tecnología con propósito social, regulación adaptativa, ceremonias de reconocimiento y un sistema que combine educación, acompañamiento, tecnología y regulación.

 

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